Incluso antes de abrir los ojos Háakar sabía que ese podría
sería un muy mal día para él.
Despertó a las 6 de la mañana como todos los días con ayuda
de su alarma en el celular. La apagó y cerró los ojos por un momento, era
increíble lo cansado que se sentía, no era por las horas de entrenamiento en la
alberca olimpica, estaba acostumbrado al ritmo rudo contra el cronometro, pero
el tener que ir lento y estar al pendiente de 30 personas durante toda su tarde
lo estaba matando no era que le desagradara su nuevo empleo en el que llevaba
poco más de un mes, era solo que no estaba acostumbrado a pensar en alguien que
no fuera el mismo.
Siempre tan independiente y aislado de los demás “Tienes
mucho en ti háakar”le decía su padre “por eso debes aprender a dar a los demás
un poco de ti”.No entendía cual era la obsesión de su padre por ayudar.
Esos pensamientos fueron reemplazados casi al instante por viejos recuerdos de
su tierra natal.
Se encontraba en su habitación, el cuarto más alto en su
casa, mirando por la ventana.
La arena se extendía por el horizonte hasta fundirse con el
cielo del alba, todo estaba oscuro pues las estrellas habían terminado la labor
de iluminar la noche y el sol aun no salía a empezar un nuevo día. Daba la
impresión de estar en un océano congelado en el tiempo. El aire soplaba ligero
en una gélida caricia levantando una fina manta como la seda hecha de arena. De
entre las montañas serpenteantes destellos del nuevo sol asomaban pintando de
colores ocres el paisaje. Era la cosa más hermosa que sus ojos podrían ver en
su vida, provocaba en él una sensación de paz y tranquilidad que nadie que no
pudiera ver la belleza del desierto podría comprender jamás. Sí, hacía mucho
calor todo el tiempo y no había más que un mar seco interminable. Pero a él
había aprendido a amarlo.
Poco a poco fue abriendo los ojos haciendo desaparecer la
visión de su paraíso fijando la vista en el blanco de su techo. Suspiró dejando
salir la enorme nostalgia de su cuerpo. A veces en verdad odiaba su nuevo "hogar".
Tomó asiento en la cama tomándose unos segundos para
despertar del todo. Tomó el celular de la cómoda y pegó un grito ahogado al ver
la hora que marcaba el reloj. Su pequeño viaje al pasado le había llevado ni
más ni menos que una hora entera. Podía escuchar a su padre decirle “Ten
control de tu tiempo, por eso no puedes terminar tus tareas” no podía quitarse
la voz de ese hombre en todo el día.
Salió a toda prisa de su casa terminando de abotonar la
playera blanca del uniforme mientras corría a tomar el último autobus a la
escuela. Rezaba a sus dioses que fueran piadosos con él y le permitieran llegar
a tiempo a la parada del camión pero estos tenían otros planes. Háakar pudo ver
como el camión se alejaba a gran velocidad una cuadra antes de que llegara a la
parada. Tuvo que correr todo el camino, de nuevo, con la esperanza de que no
fuera demasiado tarde cuando llegara cosa que no fue así.
Al llegar la alarma ya había sonado y las puertas estaban
cerradas. Su padre se lo advirtió, volvía a faltar un día a clases y se
olvidaba de la natación.
Se dejó caer al suelo con la espalda recargada en las
puertas para recuperar el aliento y pensar en que es lo que haría para entrar.
Para su infortunio solo podía pensar en una sola solución.
Del bolsillo de su pantalón sacó su teléfono celular y “la”
busco entre sus contactos. Le hervía la sangre con cada timbre que daba el
móvil en la espera de que contestara. Una voz femenina habló.
–No me digas, tarde de nuevo– De haberla tenido frente le
habría dado un golpe en el hombro.
–Ayudame a entrar–
–¿Y porque tendría que hacer eso?
–Byatha ¡no seas así! nada te cuesta abrir una ventana o
buscar una manera en la que pueda entrar.–
–No me cuesta nada pero me gusta escuchar como agonizas
–Acaso quieres que te ruegue por ayuda?
–Sí, ¿porque no? No estaría nada mal para empezar–
–No voy a hacer eso–
–Pues entonces te quedas afuera, tengo que ir a clase ya voy
a colgar–
–¡No no no espera! ¡no te atrevas a colgar! –
–Dame una buena razón para no hacerlo y no dejarte afuera–
–Porque si no me dejas entrar entonces ¿cómo vamos a saber
quien es el más rápido en clase de educación física, o ese es tu plan? ¿te estas
acobardando porque sabes que soy mucho mejor que tu?, es más yo podría sacar
una nota más alta que tu en idioma, un chico árabe siendo mejor que tu en
idioma, ¿Qué dirán de ti? siempre quedando en segundo lugar–
Entonces la puerta se abrió con fuerza golpeándolo en la
cabeza, detrás de ella se encontraba la chica con el móvil aun en la oreja y la
cara al borde de la rabia.
–Tanta suerte tuvieras, entra de una buena vez rata del
desierto–
–Pudiste haberme dicho que estabas detrás de mi– sobaba su cabeza al levantarse del suelo–
Ella sonrió mostrando sus dientes a perlados, poseía una
mirada feroz bastante atractiva–Sí...pude haberlo hecho, vamos tarde, ¡oh! y
háakar abróchate esa camisa puedo verte el pecho–
Cómo detestaba la sonrisa cínica en el rostro de Byatha,
odiaba la manera en la que lo miraba, el tono con el que le hablaba, y cómo
aborrecía que el corazón le latiera a mil por hora cuando estaba junto a ella.
Disgustado se levantó del suelo caminando aprisa al lado de la chica,
acompañado de ella sabía que podría entrar al salón sin problema, por alguna
razón siempre sabía como persuadir a los maestros para que no los regañaran a
los dos cuando llegaban tarde.
El resto de su día transcurrió de manera cotidiana, nada muy
digno de ser mencionado, incluso la clase de lengua fue aburrida con ambos
sacando la misma nota en el examen.
Lo realmente interesante ocurrió en la última clase del día,
educación física, donde los esperaba una pista de obstáculos que a la maestra
tanto le gustaba poner para exprimir cuanto podía a los pobres alumnos, justo lo
que háakar y Byatha necesitaban para intentar demostrar al otro que eran mucho
mejor. Todos en la clase sabían que era mejor no meterse en medio por lo que
dejaron que ambos se pusieran uno al lado del otro en la fila esperando su
turno para pasar por la pista.
–Mateso ¿porque no te evitas la humillación? Tu y yo sabemos
que soy mejor atleta que tú –Avanzaron un paso–
–¡JA! eso te gustaría, el único humillado vas a ser tú,
Finore –Dieron otro paso– Voy a ponerte en tu lugar, justo debajo de mí –De
nuevo aquella sonrisa que no podía soportar el moreno–
–Me vas a poner en mi lugar ¿eh? ¿Dónde he escuchado eso
antes?...¡oh sí! ya lo recuerdo, como cuando dijiste que ibas a ponerme en mi
lugar cuando jugamos quemados y terminaste con el cuerpo lleno de moretones, o
cuando dijiste que ibas a ponerme en mi lugar el día que jugamos soccer y
perdiste por dos puntos– Sonrió cínicamente al ver la molestia en el rostro
ajeno–
–Tu lugar es debajo de mí– Un fugaz pensamiento cruzó por su
mente. Jugar limpio nunca había sido el fuerte de los dos. Dio un paso al
moreno susurrándole al oído–
–¿Pero qué rayos? –Su rostro se tiñó de un brillante rojo. A
punto estuvo de protestar, responder con cualquier cosa con tal de que ella no
se quedara con la última palabra mas se vio interrumpido por el chirriante
sonido del silbato que marcaba el inicio de la carrera.
De más esta decir el desastre que ocurrió justo después. Por
más que lo intentaba no lograba concentrarse en lo que estaba haciendo, las
palabras de byatha estaban sirviendo como un tranquilizante de rinoceronte
entorpeciendo sus movimientos. Los 5 metros de carrera fue lo único que pudo
terminar sin tener algún incidente, tiró una que otra valla al intentar
saltarlas y al trepar la pared con soga cometió el error de voltear hacia
arriba donde ella esperaba que cruzaran sus miradas haciendo una seña indigna
de cualquier dama. El estomagó se le revolvió con una mezcla de emociones
varias que no pudo reconocer del todo.
Lo siguiente que supo fue que cayó a los colchones azules
de protección de espaldas, Byatha llegaba a la meta y se llenaba de
ovaciones por haber “ganado”.
Que haya hecho trampa no importaba para el marcador
imaginario que tenían, ella ganó y punto, en dos guerras una más visible que la
otra.
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Advertencia a partir de aquí el contenido puede no ser apto para todo el público
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El eco de la campana de salida sonaba tras el muro de
ladrillos en el que Háakar recargaba la espalda esperando a que la chica
saliera de los vestidores. Todos se habían marchado dejando los pasillos
vacíos. Le molestaba que el corazón le palpitara con fuerza, casi podía jurar
que los ecos recorrerían todo el lugar, que Byatha lo podría escuchar. El
pensamiento le erizó la piel, no iba a permitir que ella viera que le
afectaba,no claro que no, se seguiría mostrando indiferente.
–Háakar –El toque en su hombro lo sacó de sus pensamientos,
esperaba que el sobresalto que tuvo pasara desapercibido– Te estoy hablando –Su
tono era duro–
–¿Qué quieres?– Ocultó como pudo sus emociones con una
mascara de molestia–
–No te enojes conmigo, fuiste tu el que soltó la cuerda–
–¿Y quien fue la que provocó eso? –
–No es mi culpa que no sepas mantener a raya la calentura–
–¡¿Calentura?! ¡P-pues no es mi culpa que tengas la boca tan
sucia!–
–Baja la voz, o quieres que todo el mundo escuche como me
haces gritar?
Los engranes en su cabeza comenzaron a trabajar, él también
podía jugar así de sucio– Ya no hay nadie en la escuela que pueda escuchar como
te hago gritar –La atrajo a él sujetándola de la muñeca con una mano y con la
otra puesta sobre sus caderas creyendo que así la mantendría aprisionada contra
su cuerpo, pero para estar aprisionado el otro debe de oponer resistencia al
arresto–
–Jajaja ¿crees que me puedes hacer gritar? Ni que fueras tan
bueno –Acercó el rostro manteniendo la mirada fija en los ojos morenos del
chico, sin duda era un reto silencioso–
–Quisieras que no lo fuera, porque de otra manera no podrías
encontrar a otra persona que te pudiera satisfacer –Reto aceptado–
–¿Y quien te dice que tal vez seas tu el que después ya no
pueda encontrar algo mejor? –Sus labios tenían tal cercanía que podría sentir
el cosquilleo en los propios al moverse–
–¿Porque no te callas de una buena vez?–
–¿Porque no intentas callarme?–
Y eso fue lo que hizo al sellar sus bocas en un beso. No era
como aquellos besos cursis y melosos que se daban los estudiantes en el patio o
en el parque que tanto le asqueaban, estaba lleno de ese eterno odio que sentía
a la chica, ese deseo que mantenía guardado en lo más profundo de su ser cada
que estaban juntos.
Comenzó a sentir la falta de aliento pero como nadador
profesional podía mantener la respiración por mucho tiempo a diferencia de
Byatha que por más que le mantuvo el ritmo lo separó respirando de manera agitada.
Deslizó la lengua por los labios propios saboreando la dulce victoria, la
molestia oscurecía los ojos verdes de la chica haciendo ensanchar la sonrisa
llena de satisfacción de Háakar. Cuantas cosas no podría decirle como “Qué? no te gustó?” “No que no te
callaba?” pero decidió callar y quitar el cabello que se interponía entré él y
su cuello. La piel ajena se erizaba con cada beso que eran de todo menos
sutiles, los dedos se apretaban con mayor fuerza a su espalda al ir bajando con
una lentitud desesperante hasta la clavícula, cuando le había soltado la muñeca
y llegado las manos a su espalda? sus manos cobraron vida haciendo lo que
querían, subiendo y bajando por la espalda ajena que se curvaba al tacto. En un
vistazo fugaz vio como ella se mordía con fuerza el labio, una gran idea le
vino en mente. La sujetó de las piernas y la levantó dando la medía vuelta
pegándole la espalda contra la pared, Byatha por su parte, por instinto o
porque realmente sabía lo que hacía, le rodeó la cadera con la piernas
sujetándose con fuerza para no resbalar.
–¿Y ahora que? –Intentaba por todos los medios sonreír ladina
y desafiante como siempre.
–Querías que te hiciera gritar, ¿no? –Con la mirada fija
sobre su “presa” tomó el primer botón de su blusa con los dientes arrancándolo–
–¡¿Quien te ha dado el permiso de romper mi ropa?!
–Oh vamos cállate –Su truco no le servía para romper más de
dos botones pero con eso era suficiente para apreciar el brasier verde que
traía puesto.– Ni que realmente te molestara.
Sin querer escuchar ni una queja más acarició la piel tibia
de su pecho con la lengua disfrutando en exceso de cada reacción que provocaba
tanto en él como en ella. La apretó contra su cuerpo cuando los dientes tocaron
su piel mordiendo con fuerza donde el brasier no podía cubrirla. Dejó hacer
presión cuando un grito ahogado se hizo escuchar por el pasillo entero. Se
sintió más que satisfecho.
–Ya esta– La soltó sin previo aviso haciéndose a un lado
para tomar sus cosas y colgarse la mochila en el hombro. Al no escuchar ninguna
respuesta por parte de Byatha volteó a verla con toda la calma que podía
fingir– Que?
–Como que “ya esta”?– Era como música para sus odios el
enojo en su voz.
–Me dijiste que no podía hacerte gritar y ya lo hice, no me
vengas con que eso no cuenta tu y yo sabemos que si vale –Sonrió. Lograba ver
una enorme mancha morada asomándose por la blusa rota– Me tengo que ir, voy
tarde a entrenar, nos vemos mañana oh! y Byatha, abróchate esa blusa te puedo
ver el pecho–
Si le había dicho algo más o no se enteraría hasta el día
siguiente, corrió lo antes posible hasta la salida por lo que no pudo escuchar
nada. No era que se le hiciera tarde para llegar al trabajo, aun tenía por lo
menos media hora para llegar, tenía que relajarse, hacer que su cuerpo dejara
de temblar, que el sonrojo igual que lo acelerado de su corazón pareciera que
fuera por la carrera de la escuela hasta el trabajo. Si su padre lo veía así le
haría un millon de preguntas que no se podía contestar ni a si mismo.
El paso apresurado no evitó que llegara tarde, cosa que hizo
que se preguntara cuanto tiempo se la paso “peleando” con Byatha. Entró a los
vestidores con la maleta en hombro. Por el rabillo del ojo pudo ver a un
muchacho en la puerta que llevaba a las albercas cubriéndose el pecho con los
brazos, tenía la cara tan roja como la granada, por un momento sintió lastima
por él, apostaría todas sus monedas a que era su primer día. Esperaba que el
instructor que le fuera a tocar no fuese estricto con él y le ayudara a
sentirse seguro, para nadar se requería de mucha seguridad en uno mismo.
Al terminar de ponerse el uniforme, un traje de baño rojo y
el silbato sobre su cuello, caminó sin muchos animos a la oficina de su padre,
el encargado, respiró hondo y esperó a escuchar que podía pasar.
–Adelante– Abrió la puerta encontrándose con una mujer alta
y robusta, no era gorda, nada de eso, pero al lado de su padre se veía con los
brazos anchos y fuerte, justo lo que a su padre le hacía falta para dejar esa
imagen delicada que poseía. Permanecía sentada frente al escritorio en una de
las sillas acomodando algunos papeles. Estaba seguro de que en algún otro lugar
la había visto– Llegas tarde–Dijo severamente–
–Ya me di cuenta–
–Y te importa un pomino?
–Comino– Corrigió la mujer.
–Y acaso te importa un comino? Hay personas que te están
esperando, que dependen de ti para que los ayudes a nadar.–
–No señor...–
–No señor, no señor es lo único que sabes decir Háakar, eso
y “no volverá a suceder” te lo advertí, como tu jefe debería de despedirte pero
como tu padre que te obligó a buscar un empleo no voy a dejar que esto pase por
alto por eso vas a tener un castigo –Un castigo? no era un niño para que su
padre lo estuviera castigando mucho menos en frente de un desconocido– Señorita
Speros sería tan amable de esperarme aquí un momento? –Sonrió con ternura a la
mujer–
–Claro –Susurró algo que Háakar no alcanzó a escuchar pero
pareció poner de mejor humor a su padre–
Ayer llegó un nuevo muchacho –Explicó mientras ambos salían
de la oficina a las albercas– Su nombre es Exie, como favor me pidieron que
fuera una clase particular y tu vas a dar la clase. Antes de que me digas que
no, que tu y yo acordamos que nada de clases particulares porque no te gusta
hacer eso quiero recordarte que es un castigo por no llegar a tiempo, también
voy a decirte que no se te pagará y que vas a usar el tiempo libre que te di en
la piscina para enseñarle al muchacho, en tu carril.–
–¿Algo más, padre? –Contenía el enojo lo mejor que podía, era
un castigo y lo tenía que aceptar–
–Se bueno con el chico –Sonrió gentilmente.
Al llegar al lugar cruzaron juntos la alberca, las personas
los saludaban y dedicaban algunas palabras a su padre que se llevaba bien con
todos ahí. Háakar vio de nuevo al muchacho de los vestidores, parado enfrente
de “su” carril vacío mirando con espanto el agua como quien viera de cara la
peor de sus pesadillas.
–Tiene que ser una broma...–
–Te aseguro que no lo es, Exie me alegra ver que el traje te
quedó bien, ¿Qué tal los gogles? ¿no te aprietan mucho?–
El chico se sobresaltó, no parecía haberlos visto acercarse,
inclinó la cabeza ocultando su rostro lo mejor que pudo– Están bien, gracias– Hablaba con un tono bajo, quería pasar desapercibido a toda costa-
–Me alegra escuchar eso, Exie quiero presentarte a tu
entrenador– Señaló a su hijo con las manos justo como una modelo lo haría al presentar un cosmetico– Háakar él es Exie, tu pupilo. Exie si tienes algún problema puedes
ir a mi oficina a decírmelo y con gusto te atenderé de inmediato. Que se diviertan –Sin nada
más que decir se retiró de nuevo a su oficina.
Háakar dio un breve suspiro observando sin mucho detalle al
muchacho frente a él, tendría su edad, un poco menos o tal vez un poco más. Notó como nervioso intentaba cubrir sutilmente la cara evitando el contacto visual. Decidió
romper el hielo.
–Voy a tomar un flotador, no lo vas a soltar para nada y te
vas a meter al agua–El pánico invadió los ojos verdes del chico por lo que
continuo hablando– Yo voy a estar adentro todo el tiempo para agarrarte, pero
todo el esfuerzo lo tienes que hacer tu, ¿estas listo?
–Creo...que sí–No parecía muy convencido.
–Muy bien empecemos, cuanto antes entremos al agua mejor.–
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